Estigmas, las llagas de Cristo

Conocido como San Francisco de Asis, Giovanni Francesco Bernardone, nació en Asís (1182) el primer estigmatizado de la historia. Este personaje pasó su juventud entregado a los placeres mundanos. En el año 1202 cuando estalla la guerra entre Asís y Perusa no duda en enrolarse en las tropas ciudadanas. Es tomado como prisionero y encarcelado donde recibe el llamado de Dios. Luego de ser liberado se dedica a realizar obras de caridad y su historia se hace famosa. En 1224 experimenta los estigmas luego de Fundar la Orden de los Hermanos Menores. Los hechos acontecieron en el Monte Alverno donde había hecho con retiro para ayunar.

El 14 de Septiembre, Francisco oraba arrodillado ante una imagen de Jesús crucificado, y tiene una visión de un ángel.

“En sus manos y pies comenzaron a aparecer las señales de clavos tales como acababan de verlas en el hombre crucificado sobre él… y en el costado del santo, del que se habría dicho que había sido herido por un lanzazo, se había formado una llaga que sangraba con frecuencia, hasta el punto de que su túnica y sus calzas se veían a menudo mojadas por aquella sangre sagrada…”[1].

A lo largo de la historia se han dado más de 300 casos de religiosos y religiosas estigmatizados, 60 de ellos han sido beatos. Es preciso aclarar que los estigmas carecen de explicación científica.

Bajo hipnosis pueden aparecer heridas similares, pero de forma pasajera e irregular. Los estigmas aparecen solo en personas muy devotas que llevan una vida virtuosa, y se localizan en cinco lugares del cuerpo: manos o muñecas, pies, cabeza, espalda y costado. Su carácter puede ser permanente, temporal o transitorio. Las heridas de los estigmatizados sangran abundantemente, pero no se infectan, y no emiten olores fétidos. El dolor físico y espiritual es la clave que permite diferenciarlos de los infringidos por autosugestión. Asimismo, como heridas de origen sobrenatural, no se curan por ningún tratamiento médico.