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martes, 27 de octubre de 2009

El crimen de las estanqueras

Un brutal asesinato ocurrido en Sevilla en los años 50 dio con los huesos de tres inocentes en la cárcel. Los hombres hicieron de su calvario un acto de Fe, y asumieron su fatal destino pese a ser una injusticia. Años después, un misterioso sujeto reconoció a un sacerdote ser el asesino de las viejas estanqueras.

En julio de 1952 se cometió en Sevilla un terrible asesinato: las hermanas Matilde y Encarnación Silva Montero fueron asesinadas en el estanco que regentaban. Gracias a un supuesto soplo de un confidente habitual, la policía no tardó en encontrar a los posibles culpables: tres pequeños maleantes que pululaban por la Sevilla canalla, entre hurtos de poca monta y fracasados intentos de enrolarse en la Legión. Aunque no había ni una sola prueba que los incriminase, salvo unas contradictorias confesiones arrancadas mediante torturas, y que los tres disponían de sólidas coartadas para el día en que se cometiron los asesinatos, se les juzgó culpables del delito de robo con asesinato.

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