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lunes, 23 de abril de 2012

El Librero asesino de Barcelona


¿Puede un hombre de Dios convertirse en un asesino? Cuentan las crónicas que en unas calles de Barcelona, un fraile cometió 12 asesinatos, con un único objetivo, arrancarle a sus víctimas los incunables (libros escritos antes de la pascua de 1501) que él mismo les había vendido. Fue en 1835, durante un incendio en el Monasterio de Poblet, en Cataluña, Fray Vicents huye llevándose consigo los incunables que allí se encontraban.  Fray Vicents huye hacia Barcelona ocultando su condición de religioso y se instala como librero, la idea era seguir aumentando su biblioteca; según el periodista español Sebastián D´Arbo, Fray Vicents se puso en contacto con otros libreros que vendían libros viejos. 
Con el transcurrir del tiempo las cosas comienzan a fallar, el dinero se le termina, y la pobreza le hizo vender los libros incunables, libros buenos, pero cuando lee el primero tiene la necesidad de recuperarlo, pero ya el cliente no quiere desprenderse del libro  y cegado por la ansiedad lo apuñala hasta la muerte. Superada la conmoción, se da cuenta que mediante el crimen puede obtener dinero sin desprenderse de sus queridos incunables. La necesidad de recuperar los incunables era porque amaba los libros a pesar de no ser un intelectual. Lo que realmente a él le gustaba es que fueran viejos, la encuadernación y el tipo de letra que era realmente artístico. 
Fray Vicents soñaba con crear la biblioteca más regia, es decir, con los libros más antiguos, de más valor. El psicólogo Ricardo Soltillo, asegura que la bibliomanía es un trastorno que consiste fundamentalmente en la obsesión por coleccionar libros, una compulsión, un impulso imposible de controlar por parte de quien la sufre, y cuando llega a matar es porque padece una condición psicopática. Fray Vicents pone en práctica una estrategia, atraer a sus clientes con sus valiosos manuscritos, pero antes de entregarlos, les arranca algunas páginas y se las queda, cuando los clientes regresan a reclamar por las páginas faltantes, los asesina y oculta sus cuerpos, parece un sistema infalible. 
Se hablaron de unos 12 asesinatos hasta que sale en subasta un libro importantísimo titulado “Fueros del Reino de Valencia”, de 1482. Se trata del libro que falta en la biblioteca del fraile asesino, es el único libro que quisiera tener, y se ciega ante esa idea. Con sus ahorros decide que va a adquirir ese libro, pero se entera que hay una confabulación por parte del gremio de los libreros y deciden subirle el precio al libro de tal forma que Fray Vicents no pudiera adquirirlo.
Es Agustín Pashot quien logra adquirirlo y el fraile le dice: “Poco durara ese libro en tus manos Pashot”. Excitado con la idea de obtener ese libro vital para su colección, Vicents entra en la casa del librero Pashot, lo ataca sin piedad y lo estrangula, a continuación busca el apreciado volumen y cuando lo encuentra, le prende fuego a la casa. Cuando el cuerpo de Pashot es hallado, solo habían cenizas por lo que dedujeron que solo se había tratado de un desafortunado accidente. Un día un alto funcionario buscando un libro en uno de los estantes de la librería de Fray Vicents encuentra el libro que Pashot había adquirido en la subasta y entonces el fraile es automáticamente relacionado con la extraña su supuestamente accidental muerte de Pashot, y le detienen, posteriormente es juzgado y condenado a garrote vil. 
El abogado de Fray Vicents mostrando una gran habilidad mostrando un ejemplar del libro, estuvo a punto de obtener la libertad del fraile, pero la obsesión de Vicents no desapareció ni siquiera bajo la amenaza del patíbulo. La polémica envuelve el caso cuando a principios del siglo XX, el editor Ramón Miguel y Planas sostiene en un libro que la historia de Fray Vicents es solo una leyenda con el ánimo de desprestigiar esta historia, pero aún así historiadores la consideran real. Quizás Fray Vicents era solo una creación literaria o quizás la mano negra que tanto evito que aquella historia se publicara en Barcelona, y que sigue luchando por enterrarla. 

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