Muchas historias han sido relatadas, otras de ellas han quedado enterradas en el olvido y en la profundidad de aquellas memorias que no quieren recordarlas y que se niegan a hacerlas vivir de nuevo. El Pabellón del Enigma es la recopilación de todas aquellas historias que han quedado en el más terrible abandono y que esperan que alguien las vuelva a narrar. Nombres que quizás ya nadie recuerde o que nadie quiera recordar.
martes, 18 de mayo de 2010
Paco, un callejero influyente
No estamos hablando de un político ni de un personaje influyente del Madrid de 1879, sino de un callejero que fortuitamente llegó un día de octubre de aquel mismo año al Café Fornos, y se acerco a la mesa donde comía el Márquez de Bagaraya, quien enseguida de encariño con aquel callejero, poniéndole de nombre Paco, dado que aquel día se celebraba San Francisco de Asís. A partir de aquel entonces el perro se gano no solo la amistad de todos los personajes influyentes que frecuentaban el lugar sino el respeto de los empleados, quienes no se atrevían a prohibirle el paso.
Con el tiempo, el perro Paco fue muy conocido en la ciudad, llegando incluso a entrar en circos, teatros y demás restaurantes. Su popularidad llegó hasta las plazas de toros, donde se ganaría la amistad de dos conocidos toreros “Frascuelo” y “Lagartijo”, quienes le llevaban en sus viajes, así como también servía de compañía para los aristócratas de la época. En fin, el perro Paco se había convertido en un perro muy influyente, a pesar de ser callejero.
Una tarde de toros en 1882, el perro Paco acudió a la plaza a ver a un novillero. La faena no estuvo muy buena, así es que el perro en señal de decepción y reproche, se lanzó a ladrarle. El joven torero en un ataque de rabia le metió una estocada que acabo con su vida a los pocos días. El público casi lincha al matador. Todo Madrid lloro la muerte de aquel perro callejero, que fue sonada desde el Café Fornos, hasta las Cámaras del Parlamento y el Palacio Real, e incluso los rotativos se hicieron eco de aquella tragedia
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