Fue en 1917, en plena Primera Guerra Mundial, cuando llega al puerto de Cartagena un extraño ataúd procedente de Europa central, en su interior había un cadáver embalsamado cuyo destino deba ser la Coruña. El ataúd fue transportado en un carruaje de caballos que atravesaría toda España de sur a norte, por donde pernocto fue dejando una semilla y un germen vampirico, dejando a su paso rastro de enfermedades y muertes. Cuando el ataúd maldito llego a la oficina de mensajería de la Coruña nadie lo reclamo y fue regresado a Cartagena.
Al poco tiempo un aristócrata serbio que luego resulto ser polaco, y se decía llamar Boris Estrolesko, y aseguraba ser el dueño de aquel ataúd, y como no tenia suficiente dinero como para devolverse a su país con el ataúd, pidió que se le permitiera enterrarlo en el cementerio de Murcia, Nuestra Señora de los Remedios. El ataúd fue enterrado sigilosamente en presencia del aristócrata polaco. Se dice que es probable que el extraño noble centro-europeo fuera el mismísimo vampiro que se había escondido dentro del ataúd.
Probablemente la historia del ataúd maldito provenga de leyendas de diferentes puntos de España, de una forma u otra relacionados con bebedores de sangre como el vampiro de Calas-parra en Murcia, que se trataba del cadáver incorrupto de un monje franciscano, que luego de 30 horas de haber fallecido comenzaron a ocurrir ciertos problemas que aterrorizaron a la gente de la época, ya que su cuerpo no presentaba ningún tipo de descomposición, y presentaba sudoración en diferentes partes del cuerpo. El monje luego fue confundido con un pariente del Conde Vlad Tepes.
Para los años 30, las vacas, toros y terneros eran sacrificados y su sangre era utilizada para curar infecciones respiratorias en Europa, esta costumbre duro hasta los años 50. Parcelso (1493-1541), uno de los padres de la medicina, alquimista y astrólogo suizo, solía recetar sangre menstrual para distintas curaciones.
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