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martes, 17 de noviembre de 2009

Juegos de la Muerte



Un sobrecogedor viaje al peligroso y farragoso mundo del juego. Desde la antigüedad el ser humano se ha visto enormemente atraído por el azar y las apuestas. Diferentes culturas crearon juegos en los que el perdedor moría desmembrado delante de los presentes. Hoy día el juego se ha convertido en una peligrosa vía de escape para los problemas.
 Una devastadora espiral que saca lo peor del hombre llevándole a situaciones extremas. Antros ilegales, ruletas rusas, carreras suicidas hacen parte de cualquier forma de entretenimiento que transmite una sensación de adrenalina en la sangre.
La diosa fortuna casi siempre ha sido esquiva al común de los mortales, quizás por esto en muchas culturas nace el deseo primitivo y porque no decirlo, adictivo de atrapar a aquello tan lejano como lo es la suerte. Antiguamente la muerte y el juego iban íntimamente de la mano, porque quien jugaba perdida algo mucho más que el dinero…su vida.

 Existen muchos casos que sirven como fiel espejo de lo que puede resultar el juego. Un sobrecogedor caso de un taxista que va a un antro a jugar póker, parecía su día de suerte, las apuestas subían y el veía como ganaba una a una las partidas. Llegó un momento que las apuestas subieron como nunca, y el taxista seguro que ganaría se jugó su taxi, puso su licencia y su tarjeta de propiedad sobre la mesa.
Se estaba jugando su única forma de ganarse el sustento para él, su esposa y sus hijos. La suerte en aquel momento le dio la espalda, y el taxista sale del lugar avergonzado por aquello que había hecho. Entro al taxi, saco un revolver que tenía guardado en  la guantera del carro y se dio un tiro en la sien.
El psiquiatra forense, Dr. José Cabrera asegura que en el mundo de los jugadores existen dos áreas:
La ludopatía que es cuando el aficionado juega por impulso en las maquinas traga monedas y al bingo de una forma incontrolable.
Otros casos son de aquellas personas que se juegan su vida y las de los demás, como resulta el caso de la Ruleta Rusa.



El investigador periodístico Santiago Camacho, asegura que los casinos en especial los estadounidenses, en este caso, Las Vegas, son verdaderas trampas para la mente. Un ambiente agradable que desorienta a la persona, quien pierde el sentido del tiempo, y las comodidades necesarias para llenar de euforia al jugador quien seguramente (ya animado) no saldrá del lugar hasta haber ganado (o hasta perder todo lo que trae en el bolsillo). El sonido de las maquinas, también sirve como parte de ese tratamiento que la persona ignora que es sometida.
Historiadores aseguran que posiblemente el juego pudo haber sido la principal causa de la caída del Imperio Romano.
Volviendo al tema de la Ruleta Rusa, el Dr. José Cabrera quien asegura que cuando trabajaba en medicina legal en Madrid tuvo tres casos de muerte por Ruleta Rusa y explico a grandes rasgos como es dicho ritual:
“La  Ruleta Rusa se puede jugar con pistola o con revólver. Cuando es con revolver, simplemente se introduce el proyectil, que no es la bala, todo el mundo habla de bala, pero la bala es el plomo que está en la punta que es el que sale disparado. El proyectil se introduce en uno de los orificios que tiene el tambor, posteriormente se gira el tambor sin mirar, y luego se cierra de tal manera que no se sabe donde está el cartucho medido. El proyectil se gira en una mesa entre las dos personas que van a apostar, y a quien apunte ese es quien empieza disparando. Esa persona coge el revólver, se lo apoya en la sien, y aprieta el gatillo, si tiene suerte pasa a la otra persona, hasta que finalmente alguien muere o hasta que alguien dice: No puedo más, y la apuesta se para allí, y el dinero lo gana la otra persona”.
El Dr. Cabrera asegura que una persona que practica la Ruleta Rusa, psicológicamente esta muerto por lo tanto poco le importa morir físicamente.
Santiago Camacho asegura que el origen de esta práctica es a partir de las tropas rusas, de ahí el nombre. Las tropas desmoralizadas gastaban el tiempo en estos absurdos juegos, al que ellos llamaban Cuco, por el sonido del tambor al girar. 

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