Se trata de una maravillosa gema conocida antiguamente como el Diamante Azul, esta piedra fue hallada en el rio Kistnsi al suroeste de la India. Esta joya de color azul marino cuenta con un peso estimado en 45.52 quilates. Alrededor de este diamante hay una leyenda sobre una maldición, y se le han atribuido una serie de desgracias a quienes han sido sus dueños o a quienes la han tenido en sus manos.
La primera desgracia fue la que sufrió un sacerdote hindú que la sustrajo del templo de la diosa Sita, murió de una forma trágica y sobretodo extraña, fue torturado hasta morir. El diamante aparece nuevamente, pero en esta ocasión en Europa en pleno siglo XVII en poder de un comerciante y contrabandista, Jean-Baptiste Tavernier, quien se lo vende al rey francés Luis XIV por una enorme suma de dinero con la que compro una mansión y obtuvo un importante título nobiliario. Muy pronto comenzó a endeudarse por culpa de su propio hijo, y termino por malvender todo, por lo que decidió viajar a la India con el propósito de recuperar su fortuna. Su final fue realmente terrible, murió al ser atacado por una jauría de perros salvajes.
Dos años después de la muerte de Tavernier, en 1691, el diamante apareció de nuevo durante un inventario de los bienes de la corona francesa, parece ser que Luis XIV había guardado aquella joya maldita. En esta ocasión la gema pasaría a manos de Madame de Montespan, una de las muchas amantes del rey francés. Al poco tiempo la desgracia cayó sobre la nueva dueña de la alhaja, quien murió en la más completa miseria.
No fue hasta que en 1716, durante una recepción oficial, Luis XIV enseño aquella joya al enviado del Sha de Persia, este mismo año el monarca francés falleció de forma totalmente inesperada. La siguiente víctima fue María Antonieta, la esposa del rey XVI de Francia, quien obtuvo esta gema en 1774. En 1789 estalla la Revolución Francesa donde Luis XVI y María Antonieta son ahorcados, y el diamante desaparece.
La joya apareció nuevamente pero esta vez en manos del joyero francés, Jacques Celot, quien perdió la razón a causa de su obsesión por la joya y termino suicidándose. A continuación la joya fue adquirida por el príncipe ruso Iván Kanitoisski, quien se la regalo a una de sus amantes parisinas y luego la mato de un disparo, poco tiempo después Kanitoisski fue asesinado. Corre el rumor de que la misma Catalina la Grande de Rusia llevaba puesta la joya en el momento de morir de apoplejía.
Aquella joya de la muerte viajo por media Europa dejando a su paso toda clase de desgracias hasta que fue adquirida por Henry Thomas Hope, un banquero irlandés poseedor de una gran fortuna la adquirió registrándole con su nombre actual: Diamante Hope. Años después, el nieto de Hope murió arruinado. No fue hasta que en 1908, el sultán turco Abdul Hamit adquirió el diamante y, después de regalárselo a su esposa Subaya, la asesino de una puñalada. Al año siguiente el sultán perdió el trono.
El magnate norteamericano Ned Mclean, fue el ultimo propietario, lo adquirió en 1918. Mclean murió en un hospital psiquiátrico completamente arruinado, luego de haber perdido a sus dos hijos en extrañas circunstancias. Su hijo con apenas 8 años de edad murió atropellado y su hija quien falleció a causa de una sobredosis de somníferos. Después de las trágicas muertes de su esposo y de sus hijos, la señora Mclean, depositó la maléfica joya en una cámara de seguridad; permaneciendo a oculta durante veinte años. Pasadas dos décadas, el diamante fue heredado por una de sus nietas, Evelyn Walsh Mclean. Esta, apareció muerta en extrañas circunstancias, a la edad de veinticinco años, en su apartamento de la ciudad de Texas. La maldición del Diamante Hope cesó en 1958 cuando Henry Winston, un experto en diamantes, la depositara en el Smithsonian Institut de Washington.
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