En la última década la series de forenses de investigación criminales, de dramas policiales nos han casi conducido al conocimiento de una serie de elementos, de términos, a visualizar una serie de cosas dentro de lo que es la pura pesquisa para encontrar al culpable que ya forman parte de nuestro acerbo colectivo.
Muchas veces la nueva investigación forense comienza a descubrir claves sobre antiguas historias que permanecían impunes. En Estados Unidos esto es casi cotidiano, pero existen algunos casos que tienen el componente del misterio, de los fenómenos paranormales, de la tremenda crudeza y de toda una serie de enigmas.
Es el año de 1892, cuando en Fall River, una localidad tranquila de Massachusetts se cometen dos crímenes, nadie se dio cuenta de lo que había sucedido, salvo una persona que no supo dar una explicación coherente. Se hablan de psicofonías, apariciones y testimonios. Se trata de los crímenes en casa de la familia Borden, Lizzie, la menor de las hijas fue la sospechosa de dicho crimen. Lizzie Andrew Borden nació en la pequeña localidad de Fall River en 1860; su padre, Andrew Jackson Borden, era un hombre de negocios de la zona con varias propiedades en el pueblo. Su madre, Sarah Anthony Morse, falleció en 1863, y dos años después Andrew Borden volvió a contraer matrimonio con Abby Durfee Gray. Lizzie tenía además una hermana mayor, Emma Lenore ,que, como ella, nunca se llegó a casar.
La vida de los Borden era cómoda y holgada, gracias a los ingresos de Andrew Borden. No obstante, no fue una familia feliz. Ni Lizzie ni Emma soportaban a su madrastra, Abby, a la que consideraban una mujer grosera e interesada. Su relación se deterioró mucho en los últimos días de su convivencia, a pesar de que Abby fue su madrastra durante 28 años. Andrew y Abby no tuvieron hijos juntos. Todo aconteció el 4 de agosto de 1892 cuando Andrew Borden y su mujer fueron asesinados con lo que se presume podría ser un hacha. Las únicas personas presentes en la residencia familiar en aquel momento eran Lizzie y la criada, Bridgette Sullivan, que llevaba trabajando para la familia más de dos años. Emma Borden se encontraba entonces de visita en casa de unos amigos. El tío materno de las hermanas Borden, John Vinnicum Morse, estaba de visita en casa de los Borden aquellos días, pero no se encontraba en la casa cuando tuvieron lugar los asesinatos.
Aquella mañana, Andrew Borden había ido al centro del pueblo a hacer algunos recados al banco y a la oficina de correos. Regresó a su casa en torno a las 10:45 de la mañana. Aproximadamente media hora después, su hija Lizzie descubrió su cadáver. El cuerpo de Andrew Borden se encontraba recostado en el sofá del salón, con el cráneo gravemente mutilado y con la cabeza ladeada, como si lo hubiesen asesinado mientras descansaba.
Pocos minutos después, varios amigos y vecinos, enterados de lo sucedido, fueron a la casa de los Borden para tranquilizar a Lizzie. Fue entonces cuando la criada y una vecina, Alice Churchill, descubrieron en la habitación de invitados, en el primer piso, el cuerpo inerte de Abby Borden, cuyo cráneo también había sido golpeado numerosas veces con un objeto afilado.
Después de la muerte de la primera esposa de Andrew Borden, la situación entre sus hijas y su nueva esposa era algo incomoda. La casa había sido dividida, en una parte de la casa vivían las hermanas Borden, y en la otra parte de la casa el señor Borden con su nueva esposa. La mayoría veces la familia no comia junta. El día de los asesinatos, el tío materno de las hermanas fue a concretar el asunto de la herencia de su hermana, y además hubo una discusión y luego las hermanas salieron de la casa, pero Lizzie llego antes de lo previsto a su casa. Lizzie había ido a la farmacia local a comprar acido prúsico para limpiar un abrigo, pero el farmacéutico Eli Bence se negó a vendérselo. También por aquel entonces la familia cayó enferma de lo que se diagnosticó podía ser una indigestión provocada por comida en mal estado; la señora Borden afirmó que alguien había intentado envenenarlos.
Lizzie Borden fue detenida el 11 de agosto; el juicio comenzó diez meses después en New Bedford, Massachusetts. Su testimonio parecía incoherente e inverosímil, y su comportamiento le granjearon las sospechas del público. Fue acusada de los asesinatos y su defensa estuvo dirigida por el ex gobernador de Massachusetts, George D. Robinson, y Andrew V. Jennings. Durante la investigación se encontró un hacha en el sótano de la casa de los Borden y se supuso que debía ser el arma homicida. Aunque estaba limpia, el hacha tenía el mango roto, algunos que la acusación alegó podría ser porque el mango estaba manchado de sangre. No obstante, un policía interrogado en el caso afirmó que al lado de la cuchilla había un mango de hacha, y el forense declaró posteriormente que no hubo tiempo material para limpiar el hacha después de los asesinatos. No se encontraron pruebas que inculparan a Lizzie y fue absuelta y liberada.
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