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martes, 27 de septiembre de 2011

El Escribidor


 Qué difícil es permanecer frente a un computador o frente a una hoja de papel, tronándose los dedos o jugando con el bolígrafo sin saber que decir, ni cómo decir, ni tener la palabra precisa para comenzar. Siempre se comienza, aunque se duren muchas horas pensando y pensando que es lo que se va a decir. Así no comencé yo, así comenzaron todos, desde García Márquez hasta el jovencito que intenta hacer un ensayo en su clase de español, pero es maravilloso cuando las ideas fluyen, y aún más maravilloso cuando otro lee aquellas ideas esbozando una sonrisa de esas que normalmente se conocen de satisfacción, ese es el mejor de los premios, y la más hermosa de las recompensas. 
Todos los escritores comienzan esa aventura por el mágico y maravilloso mundo de la palabra y las ideas de formas muy diferentes, y en el trayecto vamos experimentando muchos cambios, algo así como mutaciones, pero todas son positivas, aunque siempre se colecciona basura, esa basura que termina en la gaveta de algún familiar que amó eso que quisieras olvidar pero que hace parte de esa transformación y por lo tanto es algo nacido de ti, es algo así como….ahh ok, como el hijo defectuoso, o la oveja negra, que por más que se quiera apartar es demasiado tarde, quedara ahí presente siempre. 
 Piensen en un gran edificio, un ensueño, la fantasía más excitante de cualquier escritor o de cualquiera que tenga el afán de aprender y de entrar al fascinante universo de los libros. Un día halle ese sitio, y lo ame y no he dejado de amarlo, y cada que lo veo en mis recuerdos lo añoro. Ese fue mi hogar, mi refugio, ahí nací en una forma muy diferente, ahí sufrí esa maravillosa transformación. De ese lugar conocí cada rincón, y aprendí a valorar otras cosas, otro universo, no alejado del nuestro, más bien diferente, algo así como una gran y majestuosa incubadora llena de conocimientos, de ideas y del hermoso arte de escribir.
 En ese lugar aprendí que no hay historia mala sino mal contada, y tome todas las que pude, nunca encontré reproches ni limitantes, nunca salí llorando, ni con decepciones, siempre salí con algo, con alguien nuevo dentro de mí, y me enamore de ese alguien, y eso es algo maravilloso que tenemos los escritores, enamorarnos del Yo creativo, del Yo que escribe, del Yo que investiga, y por lo tanto cada día nos enamoramos más de lo que hacemos, de lo que escribimos, y defendemos hasta la muerte eso. Para nosotros no hay historia que no merezca ser contada, por lo tanto todas las que puedan ser contadas las atrapamos y las mostramos al mundo aunque ese mundo nos reproche y nos limite el acto de mostrar lo que el mismo ha creado.

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