Durante décadas dominó un amplio sector del planeta, dejando un rastro de mitos, leyendas y quizá verdades, tales como la manipulación mental, tortura psicológica e interés en la parapsicología. El KGB, comité para la seguridad del estado, fue fundado por Lenin, para convertirse, según sus propias palabras, en el arma devastadora de bolcheviques contra las incontables conspiraciones y atentados contra el poder soviético, llevados a cabo por personas infinitamente más fuertes que nosotros. Con el tiempo estas siglas fueron temidas tanto dentro como fuera de la Unión Soviética y la gente comenzó a referirse al KGB como El Centro.
El primer gran éxito de la agencia fue la captura tras la Segunda Guerra Mundial de más de 6000 científicos alemanes y su posterior traslado a Moscú para que colaborasen en la carrera espacial y armamentística soviética. Estos mismos científicos desarrollaron toda suerte de armamentos y técnicas de lavado de cerebro con la que se pretendía que los prisioneros occidentales se convirtieran en armas teledirigidas tras ser liberados y regresados a sus respectivos países. El KGB se encargo de reclutar por todo el planeta a comunistas, convencidos que podrían serles útiles para sus planes. Tal fue el caso con los conocidos como 5 de Cambridge que filtraron al KGB información del gobierno británico durante años. Este sistema propicio otro de los grandes éxitos del KGB, los secretos de la construcción de la bomba atómica, celosamente guardados por los estadounidenses.
También en este caso se apelo a la ideología comunista, de algunos científicos que trabajaban en el programa nuclear norteamericano como Clause Fush, Theodore Hall y el técnico David Greenglash, y el matrimonio Rosenberg, ejecutado en la silla eléctrica en 1953
En otro orden de cosas, una de las principales tareas del KGB fue la de ejercer la represión política. Stalin incluso utilizo la KGB para eliminar a sus oponentes políticos, como León Troski, quien fuera asesinado en ciudad de México en 1940 por el español Ramón Mercader.
La sombra del KGB se extendía sobre Moscú a través de dos enigmáticos edificios que los moscovitas miraban con justificada aprehensión. Uno era Luvianca, la sede central de la agencia, un lugar donde la tortura y la muerte formaban parte del día a día. El otro era la prisión de Lefortobo, también en Moscú, que en los tiempos soviéticos tenía fama de ser la antesala de la deportación, y no pocas veces del olvido definitivo. El KGB se disolvió cuando su jefe el coronel general Vladimir Glishcor utilizo recursos de este organismo para apoyar el intento de golpe de estado contra el presidente soviético Mijaíl Gorbachov en agosto de 1991.
Fue sustituido por el FSB, servicio federal de seguridad, que heredo gran parte del personal y de los métodos de la antigua KGB, y desde su creación ha estado implicado en diversas controversias que lo relacionan con el crimen organizado, atentados terroristas y represión de disidentes, políticos y periodistas molestos para el gobierno. Lo más grave de estas especulaciones es que habla de la participación del FSB en los atentados contra unos edificios de apartamentos en Moscú a mediados de 1999, dejando un total de 300 víctimas mortales. El bombardeo fue atribuido a rebeldes chechenos, proporcionando a Putin, el apoyo natural necesario para enviar soldados a Chechenia. La intención del gobierno ruso era ver a Chechenia en cualquier acto terrorista para poder así irrumpir en su territorio.
El 18 de noviembre de 1994, una explosión en la vía del ferrocarril que cruza el rio Yauza en Moscú fue atribuida a los rebeldes chechenos por el gobierno soviético. Según los peritos policiales, la explosión fue provocada por 1.5 kilogramos de TNT, que provocaron que el ferrocarril se levantara y que el puente estuviese a punto de colapsarse. A 100 metros del lugar del siniestro, fue hallado el cuerpo del capitán Andrei Schenenkor, empleado de la compañía de aceite Lanako. La bomba exploto cuando Schenenkor la estaba poniendo en el puente. El propietario de Lanako, Maxim Lazovsky de 35 años fue reconocido como agente de alto rango del Departamento Regional de Moscú del FSB, era conocido en el circulo criminal con los apodos de “Max” y “Mutilado” (Cripple).
Hay también que tener en cuenta que todos los empleados de Lanako eran empleados free-lance de las agencias de contraespionaje ruso, un detalle que a la prensa llamó la atención en aquel momento. Un día antes del siniestro una llamada anónima dio aviso a la policía, asegurando que un camión que se encontraba afuera de las oficinas de Lanako estaba cargado de explosivos, pero nadie pudo evitar la tragedia.
Ese mismo año, el antiguo agente del FSB, Alexander Litvinenko se hizo célebre por denunciar estas situaciones, hasta que en noviembre de 2006, exiliado en Londres murió en una larga agonía envenenado por Polonio 210. El principal sospechoso es Andrei Lugovi, agente del FSB, cuya extradición es sistemáticamente denegada por el gobierno ruso. A día como antaño, un velo de misterio sigue rodeando a los servicios de inteligencia rusos, y el mundo sigue mirando con recelo a los espías que llegaron del frío.
El objetivo de la FSB (la antigua KGB) desde un principio su objetivo era matar, y es así como cae las cabezas de Yordi Marcov, disidente búlgaro que muere cuando le meten una bola de resino a través de un paraguas, en pleno centro de Londres y el propio Litvinenko, cuyo asesino Lugovi, el principal sospechoso de la Scotland Yard, en el presente 2010 fue elegido como miembro del parlamento ruso.
Según el periodista e investigador español Eric Frattini, la KGB, cuando mataba no solo lo hacía para liquidar a disidentes o personas molestas, era también para demostrar que no importa donde se escondan, o que nueva identidad tienen, el poder de ellos es tan grande que siempre los terminan encontrando y liquidando.
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