Pensar en aquellas personas que solo por su condición de judios o cristianos sufran el rechazo y el odio, un odio que realmente es injustificado, pone a pensar a cualquiera en lo que deben de sentir cuando los insultan o los humillan, y en casos peores, mueren siendo auténticos mártires. Son muchos los países donde el rechazo a los judios llega a extremos realmente violentos en donde incluso llegan a atentar contra su integridad personal. Me llamo grandemente la atención un caso que leí sobre el periodista sueco, Patrick Reilly, quien en un hermoso acto de solidaridad con la nación hebrea salio a dar una vuelta por la ciudad de Malmö (ubicada a 499 km de Oslo y es la tercera ciudad más grande de Suecia), donde reside actualmente, y conocida por su brutal antisemitismo, con el peculiar detalle de llevar luciendo una flamante kipa (una pequeña gorra usada por los varones judios). Por seguridad personal llevo un guardaespaldas de incógnito varios metros detrás de él. Se le dieron y le miraron de forma amenazante y finalmente le gritaron: "Judio de mierd..." Lo que más sintió, dijo Reilly, fue miedo. Su objetivo con este inusual experimento fue sentir lo que siente un judio cada que sale a la calle, y lo que muy seguramente sintió Jesucristo.
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