Son
los niños que representan el maltrato, la soledad, el abandono. Son el reflejo
de los horrores de la Segunda Guerra Mundial, son la realidad que se vivía en
Europa desde finales de los años 30's hasta mediados de la década de los 40's.
Son el reflejo de aquella violencia que hizo víctimas a tantos judíos europeos.
Las miradas de desconsuelo, miradas que se ven aún hoy día en los niños judíos
víctimas de los grupos extremistas islámicos que asesinan familias enteras en
las diferentes ciudades de Israel. ¿Qué diferencia hay entre los niños de
Auschwitz y los niños israelíes víctimas del fundamentalismo islámico? Solo que
los niños de Auschwitz fueron arrancados de los brazos de sus padres, muchos de
ellos perecieron en las cámaras de gases, y los niños israelíes víctimas del
islam ven a sus padres morir o mueren ante sus miradas (las de sus padres) llenas de desconsuelo. Son víctimas del antisemitismo, de la intolerancia étnica y religiosa
de la humanidad. Precisamente eso ha sido la población judía en el mundo,
víctima de la intolerancia, de los prejuicios humanos y de todas aquellas cosas
que tanto mal le hacen al ser hombre.
Y
el mundo, a pesar de ser testigo de todos los horrores de las guerras siguen
empecinados en no ponerle un alto, como si hubiesen perdido cualquier
sentimiento, como si tantas lágrimas no fuesen suficientes, como si el
derramamiento de tanta sangre inocente no fueran una prueba tangible de que
nuestro mundo tiene una profunda herida que el hombre lejos de sanarla le añade
más violencia. Que pueblo más perseguido, oprimido y torturado que el pueblo
hebreo, que hasta sus niños son víctimas brutales de la violencia humana. La historia no deja de narrar sus
vicisitudes, sus sufrimientos, desde épocas bíblicas, el Holocausto Nazi, y el
fundamentalismo islámico. Un pueblo que se encuentra rodeado de enemigos que
buscan su destrucción, su exterminio, y en Occidente seguimos fielmente esa
misma línea antisemita, esa línea de odio e intolerancia, haciendo leña del
árbol caído. Los niños de Auschwitz son
ese lado inocente de la violencia anti-judía, son la prueba más auténtica de la
historia que hoy miles de personas se empeñan en negar como si esta jamás
hubiese acontecido, como si este hubiese sido un infame invento de los sionistas
en su intento de conquistar al mundo, un mundo que realmente no han
conquistado, sino que ese mismo mundo ha querido destruirlo de todas las formas
posibles.
El
mundo es el único culpable de esas 6 millones de velas apagadas en medio de una
guerra cuya única motivación, fue aquella que llevo a los asirios, a los
egipcios, a los babilonios, a los persas, a los griegos y a los romanos a exterminar a un pueblo que le clamaba al Dios de sus padres, de sus patriarcas
(Abraham, Isaac y Jacob). El mundo es culpable porque nos ha hecho sordos ante la violencia, ante el
odio, señalándolos de culpables, de terroristas, cuando ellos defienden su
tierra, porque están hastiados de ver a sus hermanos morir y no por
enfermedades o por causas naturales, sino víctimas de hechos tan atroces como
la Inquisición Española, las cámaras de gas durante el Holocausto, los cohetes
lanzados desde la Franja de Gaza, los terroristas suicidas, los niños
musulmanes entrenados para morir y entrenados a su vez para matar judíos. Son
más los judíos que mueren por odio que los que mueren por causas naturales o
por alguna enfermedad, son más los judíos que se despiertan por el sonido de un
cohete por un ataque terrorista que los judíos que se despiertan por la luz
del sol que se cuela a través de las cortinas, y en Occidente les seguimos
señalando haciéndoles ver como culpables de las guerras en Medio Oriente.
Con
esta reflexión hago un llamado a Occidente, para que veamos a esos hermanos que
viven en ese pequeño y único Estado Democrático de Medio Oriente. Para que en
vez de condenarlos, aprendamos a conocerlos, a conocer su historia, amarlos así
como Jesucristo amo al mundo, que aún siendo un rabino judío no dudo en dar su
vida por el mundo, un mundo que no toma en cuenta que la vida que tenemos hoy
se la debemos a un judío, que murió en una cruz sin importarle que ese mundo
por el cual el dio su vida terminaría señalando
asesinando, y torturando a su propio pueblo.
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