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miércoles, 30 de abril de 2014

Los Niños de Auschwitz

Son los niños que representan el maltrato, la soledad, el abandono. Son el reflejo de los horrores de la Segunda Guerra Mundial, son la realidad que se vivía en Europa desde finales de los años 30's hasta mediados de la década de los 40's. Son el reflejo de aquella violencia que hizo víctimas a tantos judíos europeos. Las miradas de desconsuelo, miradas que se ven aún hoy día en los niños judíos víctimas de los grupos extremistas islámicos que asesinan familias enteras en las diferentes ciudades de Israel. ¿Qué diferencia hay entre los niños de Auschwitz y los niños israelíes víctimas del fundamentalismo islámico? Solo que los niños de Auschwitz fueron arrancados de los brazos de sus padres, muchos de ellos perecieron en las cámaras de gases, y los niños israelíes víctimas del islam ven a sus padres morir o mueren ante sus miradas (las de sus padres) llenas de desconsuelo. Son víctimas del antisemitismo, de la intolerancia étnica y religiosa de la humanidad. Precisamente eso ha sido la población judía en el mundo, víctima de la intolerancia, de los prejuicios humanos y de todas aquellas cosas que tanto mal le hacen al ser hombre.


Y el mundo, a pesar de ser testigo de todos los horrores de las guerras siguen empecinados en no ponerle un alto, como si hubiesen perdido cualquier sentimiento, como si tantas lágrimas no fuesen suficientes, como si el derramamiento de tanta sangre inocente no fueran una prueba tangible de que nuestro mundo tiene una profunda herida que el hombre lejos de sanarla le añade más violencia. Que pueblo más perseguido, oprimido y torturado que el pueblo hebreo, que hasta sus niños son víctimas brutales de la violencia humana.  La historia no deja de narrar sus vicisitudes, sus sufrimientos, desde épocas bíblicas, el Holocausto Nazi, y el fundamentalismo islámico. Un pueblo que se encuentra rodeado de enemigos que buscan su destrucción, su exterminio, y en Occidente seguimos fielmente esa misma línea antisemita, esa línea de odio e intolerancia, haciendo leña del árbol caído.  Los niños de Auschwitz son ese lado inocente de la violencia anti-judía, son la prueba más auténtica de la historia que hoy miles de personas se empeñan en negar como si esta jamás hubiese acontecido, como si este hubiese sido un infame invento de los sionistas en su intento de conquistar al mundo, un mundo que realmente no han conquistado, sino que ese mismo mundo ha querido destruirlo de todas las formas posibles.


El mundo es el único culpable de esas 6 millones de velas apagadas en medio de una guerra cuya única motivación, fue aquella que llevo a los asirios, a los egipcios, a los babilonios, a los persas, a los griegos y a los romanos a exterminar a un pueblo que le clamaba al Dios de sus padres, de sus patriarcas (Abraham, Isaac y Jacob). El mundo es culpable porque nos ha hecho sordos ante la violencia, ante el odio, señalándolos de culpables, de terroristas, cuando ellos defienden su tierra, porque están hastiados de ver a sus hermanos morir y no por enfermedades o por causas naturales, sino víctimas de hechos tan atroces como la Inquisición Española, las cámaras de gas durante el Holocausto, los cohetes lanzados desde la Franja de Gaza, los terroristas suicidas, los niños musulmanes entrenados para morir y entrenados a su vez para matar judíos. Son más los judíos que mueren por odio que los que mueren por causas naturales o por alguna enfermedad, son más los judíos que se despiertan por el sonido de un cohete por un ataque terrorista que los judíos que se despiertan por la luz del sol que se cuela a través de las cortinas, y en Occidente les seguimos señalando haciéndoles ver como culpables de las guerras en Medio Oriente.



Con esta reflexión hago un llamado a Occidente, para que veamos a esos hermanos que viven en ese pequeño y único Estado Democrático de Medio Oriente. Para que en vez de condenarlos, aprendamos a conocerlos, a conocer su historia, amarlos así como Jesucristo amo al mundo, que aún siendo un rabino judío no dudo en dar su vida por el mundo, un mundo que no toma en cuenta que la vida que tenemos hoy se la debemos a un judío, que murió en una cruz sin importarle que ese mundo por el cual el dio su vida terminaría señalando  asesinando, y torturando a su propio pueblo. 

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