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jueves, 10 de mayo de 2012

Muerto sí, pero con clase


Excéntricos hay en todas partes, para ellos el arte y la creatividad son una herramienta fundamental que no debe faltar a la hora de hacer una nueva creación para llamar la atención o para causar polémica. Seguramente nuestro funeral tendrá un aire gris, frío y deprimente, salvo que antes del fatídico día hayamos decidido comprar un ataúd 'fashion' con el que irnos al otro barrio. Una de las partidarias de darle color al último día de nuestras existencias fue Alice Hofer, la dueña de una funeraria poco usual. Se trata de una tienda con apariencia de boutique en la que uno no se viste para la vida sino para la muerte.
Los féretros que se venden son por encargo de los futuros muertos quienes deciden el diseño de lo que será la morada en donde habitaran sus cuerpos inertes. Hay desde ataúdes patrióticos, con la bandera suiza o alemana, hasta ataúdes  en forma de iPhone o lo que se le ocurra al comprador.  El marido de Alice, el famoso cantante de rock Polo Hofer, le ha sugerido que el suyo tenga dos espejos retrovisores "para poder mirar hacia atrás en su vida". Desde que Hofer abrió sus puertas al público, solo ha vendido 10 piezas, a un precio que ronda los dos mil euros. Ha tenido más suerte con las urnas para cenizas y los féretros para animales que también confecciona  a gusto del consumidor. 
La idea de los ataúdes excéntricos nació en Ghana hace más de 5 décadas, cuando un ebanista fabricó una lujosa silla en forma de grano de cacao para un mandatario local. El hombre murió antes de disfrutarla así que se convirtió en su ataúd. Poco después, otra señora pidió que le construyeran uno en forma de avión porque nunca había podido cumplir su sueño de volar. Y así la excentricidad pasó a convertirse en moda. En Ghana es ahora común enterrarse en un ataúd con forma de algún objeto representativo de la profesión de cada uno. Por eso, los hay con forma de martillos, teléfonos móviles, bolígrafos o caracoles (para el vendedor de gasterópodos, lógicamente).
Por una vez, la globalización recorrió el camino a la inversa y los estrambóticos sarcófagos llegaron al mundo occidental, donde se han convertido en auténticas obras de arte que llegan a exponerse en museos. Los ataúdes de Hofer no son los primeros y mucho menos los más sofisticados. La empresa Crazy Coffins lleva una década creando cajas poco corrientes con apariencia de patinete, tapón de corcho, yate, barco vikingo o zapatilla de ballet. Todas las piezas son únicas y están hechas de manera artesanal y su coste puede oscilar entre los 500 y los 6.000 euros. 

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