La preocupación de los empresarios cinematográficos hace algunos años era la piratería que había surgido como una incontrolable bola de nieve, perjudicando a la industria cinematográfica de gran manera. La piratería no ha dejado de ser un dolor de cabeza para quienes se dedican al séptimo arte, ya aquella costumbre de ir a una sala de cine se estaba perdiendo. Debo admitir que no suelo seguir esa maravillosa costumbre de ir a cine, pero cuando tengo el chance lo disfruto mucho. Para quienes estudiamos una profesión que está directamente relacionada con los medíos audiovisuales, llámese televisión o cine, una sala cinematográfica es un recinto no solo del entretenimiento, sino de la cultura. Para quienes entran a una sala de cine conscientes de su lo que representa saben que entran a un lugar no solo de gran importancia sino a un sitio de donde surge la verdadera magia que hace posible que todo se transforme. Irrespetar una sala de cine es tanto como pisotear o profanar el trabajo de todo un equipo, empezando por el director hasta el que recoge cables.
Cuando voy a entrar a una sala de cine pienso en los 4 años invertidos en una carrera que aun cuando no ejerzo siento por ella un gran respeto y amor, y eso me lleva a respetar desde sus butacas hasta a las personas que disfrutan de este maravilloso invento audiovisual. Tuve la oportunidad de entrar a una de las salas de Cine Colombia para disfrutar de una película de terror, se dio la maravillosa oportunidad que fuese de noche, pero desafortunadamente siempre hay quienes no valoran y por supuesto no respetan este recinto de la cultura y el séptimo arte. Habían unos que gritaban, se reían como si estuviesen en un mercado público, habían otros que tiraban a las butacas de enfrente lo que estaban comiendo, en fin la ofensa era terrible. Yo pensaba que quizás esos pobres infelices jamás habían pisado una sala de cine y que no podían ocultar sus costumbres sureñas, pero cuando se encendieron las luces parecía como si se hubiese producido una fuga en masa de los gorilas del zoológico de Barranquilla y me preguntaba si estos habían sido vacunados contra la rabia antes de la fuga. No se que causaba mas miedo, si la muñeca Annabelle que provocaba muertes y maleficios o si esos salvajes que habían irrumpido en tan sagrado recinto cinematográfico.
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