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miércoles, 29 de agosto de 2012

El Sargento de la Muerte


Durante meses los cementerios de Paris y sus alrededores fueron escenario de una espantosa ola de violencia, profanaciones de tumbas y sepulcros, violación de cadáveres, cuyos restos eran desparramados por el suelo, cadáveres recientes que presentaban huellas de mutilaciones y quizás violaciones. El pánico había hecho mella de todos los parisinos. Fue el 10 de julio cuando se abrió una investigación, extrema vigilancia, pero aquel a quien todos conocían como “El vampiro” se las ingeniaba para no ser atrapado cambiando de lugar de acción. Se trata del Sargento François Bertrand, un hombrecito de constitución delgada y de carácter extraño, durante su niñez fue reservado y solitario.
Con antecedentes de enfermedad mental en su familia, François ya desde niño estaba poseído por un inexplicable impulso destructivo, rompia todo lo que se le ponía por delante. Con apenas 9 años empezó a sentir cierta inclinación por personas del sexo opuesto y a los 13 años se desarrollo en él un intenso deseo de obtener satisfacción sexual con mujeres, por lo que se masturbaba con cierta frecuencia, fantaseando con una habitación llena de mujeres con quienes realizaba el acto sexual y que mancillaba sus cadáveres. Ocasionalmente fantaseaba con hombres, pero acompañada de una marcada repugnancia. Con el tiempo sintió la necesidad de llevar a la práctica tales situaciones con cadáveres reales.
A falta de cadáveres humanos, satisfacía sus impulsos con cadáveres de animales, les abría el cuerpo, extraía las entrañas y se masturbaba al mismo tiempo. En 1846 ya no le bastaban los cadáveres. Empezó a matar perros y a proceder con ellos de la manera descrita, pero a  finales de 1846 sintió por primera vez deseos de utilizar cadáveres humanos. Al principio no se atrevía. Fue en 1847, al percatarse por casualidad de que había en el cementerio una tumba con un cadáver recién enterrado, sintió esta necesidad (acompañada de dolor de cabeza y palpitaciones) con tal fuerza que desenterró el cadáver aunque había gente en los alrededores y corría el peligro de ser descubierto. A falta de un instrumento adecuado para descuartizarlo, se conformó con golpearlo furiosamente con la pala del enterrador.
 Entre los años de  1847 y 1848 se vio empujado a cometer actos brutales con cadáveres. Corriendo un peligro extremo y con las mayores dificultades, satisfizo unas 15 veces este impulso. Desenterraba los cadáveres con las manos y de pura excitación ni siquiera sentía las heridas que se hacía. Una vez dueño del cadáver, lo abría con sable o navaja, le sacaba las entrañas y se masturbaba en esta situación. Al parecer, el sexo de los cadáveres le era totalmente indiferente. En el transcurso de estos actos se hallaba en un estado de indescriptible excitación sexual. Tras despedazarlos, volvía a enterrar los cadáveres.
Luego de una difícil y traumática persecución Bertrand fue herido y apresado. Durante el interrogatorio confesó sentir grandes tendencias necrofílicas especialmente hacia los cadáveres de varones los que mutilaba molesto por no hallar cadáveres de mujeres  y poder así satisfacer sus repugnantes tendencias, aunque se constató que Bertrand desenterró más cadáveres femeninos que masculinos. Curiosamente Bertrand fue detenido solo por un año, y durante su encierro tuvo la oportunidad de redactar algunas cartas en donde explicaba su necesidad de “trabajar” con cadáveres y aseguro que después de cada violación entraba en coma. Fue el 1850 cuando el cadáver de Bertrand fue hallado, se había quitado la vida.




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