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miércoles, 5 de octubre de 2011

Gilles de Rais


 Quizás uno de los asesinos en serie mas macabros y sanguinarios del siglo XV. El sadismo era el motor que lo impulsaba a asesinar a sangre fría. Gilles de Laval, barón de Rais, era muy elegante y bien parecido, y desde muy joven había recibido la mejor educación como para tomar lugar junto a Juana de Arco como primer teniente a favor de su amigo el rey Carlos VII. Descendía de una de las familias más ricas y poderosas de Francia. Teniendo a penas 11 años heredo una de las mayores fortunas del país que a los 16 años incrementó cuando se caso con su millonaria prima Catalina de Thouras.
La vida de este noble cambió tras la captura y muerte de Juana de Arco. Quizás fue la frustración de no poder salvar a la mujer que amaba en secreto lo que le hizo cambiar muchas de sus actitudes, entre ellas, separarse de su esposa y se encerró en su castillo de Tiffauges negándose a cohabitar con ninguna mujer. De un momento para otro comenzó una carrera de macabros crímenes y sacrilegios contra la iglesia, pues trataba de desafiar a Dios, culpándolo de permitir que Juana fuese torturada y quemada. Comenzó también a malgastar su fortuna en lujosísimas fiestas, perdiéndolo todo. 
Frustrado por su situación económica, el barón de Rais comenzó a dedicarse a la alquimia, instalando un laboratorio en un ala del castillo. Allí tratabajaba día y noche ayudado por magos y alquimistas, pero este trabajo más que ganancias le daba pérdidas así es que terminó despidiendo a sus ayudantes. Los historiadores aseguran que uno de los primeros crímenes de Gilles de Rais fue con el propósito de hacer un pacto con el maligno. Así es que para conseguir todo aquello que anhelaba les cortaba las muñecas a sus víctimas, les sacaba los ojos y el corazón, pero de nada le sirvió. Lo único que logró con esto fue descubrir su pasión por la tortura, la violación y el asesinato de niños, llegando así a 200 víctimas. 
 En 1438 comenzaron las voces de alarma ante las desapariciones de los niños de poblados cercanos a la mansión del barón de Rais. Usaba la mayor parte de las veces a niños mendigos que se acercaban pidiendo una limosna. Cuando estos niños intentaban huir, él los retenía contra su voluntad, para ser violados y desmembrados, y sus restos eran conservados para hacer brujería. Gilles confeso disfrutar la forma como los niños eran colgados con unos ganchos. Al escuchar sus suplicas y ver como contorsionaban los bajaba para cortarles la garganta y luego violar sus cuerpos inertes.
Con una de sus víctimas, un pequeño a quien había elegido previamente, lo llevó a un lecho en la sala de torturas, luego de acariciarlo, saco un cuchillo y riendo a carcajadas le corto la vena de la garganta del desdichado infante. Frente a la sangre que brotaba y al cuerpo que se convulsionaba, el barón se puso como loco, arrancó las vestimentas del moribundo, y tomando su propio miembro, lo froto en el vientre del niño, que dos de sus cómplices sostenían porque este estaba sin conocimiento. Cuando pudo llegar al orgasmo, broto un exceso de rabia que lo llevó a decapitar a su víctima. En aquella ocasión, por el éxtasis se tumbó sobre el cuerpo decapitado del niño, volviendo nuevamente a tener un orgasmo. 
 Se dice que Gilles de Rais, luego de cometer sus crímenes de vampirismo y necrofilia caía en un pesado sueño, casi en coma, hechos que se producen en otros asesinos cuyas características son similares, como el caso de Henri Blot. A la mañana siguiente los sirvientes y cómplices del barón se habían encargado de borrar todas las huellas de la orgia de sangre de la noche anterior.
Uno de los grandes placeres del barón de Rais era coleccionar cabezas decapitadas, con las cuales hacía concursos de belleza con sus amigos, cuál de ellas era la más bella, y la ganadora era dedicada a actos de necrofilia. Las sospechas iban hacia el barón, pero el miedo que le tenían era tan grande, que nadie se atrevía a acusarle. Pero fue en 1440 cuando fueron hallados los cuerpos despedazados de 50 adolescentes, pero fue acusado de inmolar entre 140 y 200 niños en prácticas diabólicas.
Para obligarlo a confesar, lo torturaron, y fue en octubre, un mes después de su captura, Gilles de Rais confeso todos sus macabros crímenes y todo el placer que recibió al cometerlos. Al amanecer del 26 de octubre, fue ahorcado y quemado en la hoguera. Instantes antes de morir logro arrepentirse y aferrarse a su fe cristiana.  

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