Todo comenzó en noviembre de 1982, cuando la pequeña Samantha le escribió una breve carta a Yuri Andropov en su intento por comprender porque eran tan tirantes las relaciones entre Estados Unidos y la Unión Soviética, y fue en abril de 1983 cuando Andropov le contesto la misiva:
“Estimado Sr. Andropov:
Me llamo Samantha Smith. Tengo diez años de edad. Felicitaciones por su nuevo trabajo. Estuve preocupada pensando en la posibilidad de que Rusia y los Estados Unidos se involucren en una guerra nuclear. ¿Votará por la guerra o no? Si no, por favor cuénteme cómo ayudará a evitar una guerra. Esta pregunta no la tiene que responder, pero me gustaría saber por qué quieren conquistar el mundo o al menos nuestro país. Dios hizo el mundo para que viviéramos juntos en paz y no para pelear.
Atentamente,
Samantha Smith”
“Estimada Samantha:
Recibí tu carta, que es como tantas otras que me llegaron en este tiempo de tu país y otros países del mundo.
Me parece —lo infiero por tu carta— que eres una niña valiente y honesta, parecida a Becky, la amiga de Tom Sawyer en el famoso libro de tu compatriota Mark Twain. Este libro es muy conocido y querido por todos los niños en nuestro país.
Dices que estás ansiosa por saber si habrá una guerra nuclear entre nuestros países. Preguntas si estamos haciendo algo para evitar la guerra.
Tu pregunta es la más importante de las que se puede hacer cualquier persona inteligente. Te responderé seria y honestamente.
Sí, Samantha, nosotros en la Unión Soviética tratatamos de hacer todo lo posible para que no haya guerras en la Tierra. Esto es lo que quieren todos los soviéticos. Esto es lo que nos enseñó el gran fundador de nuestro Estado, Vladimir Lenin.
El pueblo soviético sabe muy bien cuan terrible es la guerra. Hace cuarenta y dos años, la Alemania nazi, que buscaba dominar el mundo entero, atacó a nuestro país, quemó y destruyó miles de nuestros pueblos y villas, mató a millones de hombres, mujeres y niños soviéticos.
En esa guerra, que terminó con nuestra victoria, fuimos aliados de los Estados Unidos: juntos peleamos por la liberación de mucha gente de los invasores nazis. Supongo que sabrás esto por tus clases de Historia en la escuela. Hoy ansiamos vivir en paz, comerciar y cooperar con nuestros vecinos de esta Tierra —con los cercanos y los lejanos—. Y por supuesto con un gran país como son los Estados Unidos.
En los Estados Unidos y en nuestro país hay armas nucleares —armas terribles que pueden matar millones de personas en un instante—. Pero no queremos que sean jamás usadas. Por eso precisamente es que la Unión Soviética declaró en forma solemne por todo el mundo que nunca —nunca— será la primera en usar armas nucleares contra ningún país. En general nos proponemos discontinuar su producción futura y proceder a la destrucción de todos los arsenales existentes.
Me parece que esta es suficiente respuesta a tu segunda pregunta: "¿Por qué quieren hacerle la guerra al mundo o al menos nuestro país?". No queremos nada parecido. Nadie en nuestro país —ni trabajadores, ni campesinos, ni escritores ni doctores, ni grandes ni chicos, ni miembros del gobierno— quiere una guerra grande o "chiquita".
Queremos la paz —hay cosas que nos mantienen ocupados: sembrar trigo, construir e inventar, escribir libros y volar al espacio—. Queremos la paz para nosotros y para todos los pueblos del planeta. Para nuestros niños y para ti, Samantha.
Te invito, si tus padres te lo permiten, a que vengas a nuestro país; el mejor momento es este verano. Podrás conocer nuestro país, encontrarte con otros de tu edad, visitar un centro internacional de la juventud —"Artek"— a orillas del mar. Y verlo con tus propios ojos: en la Unión Soviética, todos quieren la paz y la amistad de los pueblos.
Gracias por tu carta. Jovencita, te deseo lo mejor.
Y. Andropov”
Luego de aquella carta alrededor de Samantha se armo un operativo mediático; fue entrevistada por reconocidos periodistas como Johnny Carson y su caso llego a los más importantes noticieros del país durante aquella época. Andropov invito a Smith a visitar Moscú y fue el 2 de julio de 1983 cuando acompañada por sus padres fue a pasar dos semanas como huésped de Andropov. Durante su viaje también visito Leningrado donde fue muy bien recibida.
Fue en 1985, contando con 13 años de edad, Samantha Smith viajaba con su padre cuando un terrible accidente aéreo termino con la vida de ambos. El avión toco suelo sin llegar a la pista de aterrizaje, que estaba a unos 200m. Al funeral acudieron unas 1000 personas entre ellas Vladimir Kuligan, embajador soviético en Washington, DC, quien leyó un mensaje personal de condolencias enviado por Mijaíl Gorbachov. Lo que realmente llamó la atención fue que no se presentaron representantes del gobierno estadounidense al funeral de la pequeña Samantha.
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