Fue aquel 22 de julio de 1975 que dejo marcada para siempre la localidad de sevillana de Paradas. Una mano anónima escribo con algo parecido a sangre, “Aquí mataron a cinco”, era como una forma de recordar que no se había hecho justicia. Cinco cadáveres, algunos con los rostros deformes casi convertidos en caretas, en la mascara de un muñeco, todos golpeados con la pieza de una maquina empacadora que se utilizaba en labores agrícolas, pero ni una huella, ni un dato o indicio de quien pudo haber sido el o los asesinos. Hay cinco cadáveres, pero no hay culpables. Aquella fue una tarde de terror en Los Galindos donde el miedo y la sospecha transformaron a sus habitantes, y aquellos amables saludos de antaño se convirtieron en miradas desconfiadas.Todo ocurrió en Los Galindos a la hora de la siesta. Poco antes de las 5pm llega la noticia al cuartel de la Guardia Civil, hay fuego y sangre en Los Galindos. Los agentes que acuden al cobertizo no pueden ni imaginar lo que están apunto de encontrarse. Varios trabajadores intentan apagar el incendio que consume el cobertizo. En el suelo un reguero de sangre se introduce a la vivienda del capataz por debajo de la puerta, la cual esta atrancada, así es que tienen que echarla abajo, y comprueban que la macabra senda roja conduce hasta el dormitorio principal que esta cerrado con un pesado candado, decididos los agentes lo vuelan de un disparo.
El cuerpo inerte de Juana Martín Macias, la esposa del capataz, de 53 años descansa sobre la cama. Muy impresionados los agentes salen al patio y se dirigen al cobertizo. Las llamas son rebeldes y se niegan a extinguirse. Tras atenuarlas un poco se encuentran con unas gruesas gafas de pasta en el suelo, no tardan en toparse con los cuerpos inertes de José Gonzalez de 27 años, tractorista de Los Galindos, y su mujer Asunción Peralta de 34 años.Los agentes peinan la finca en busca del asesino mientras buscan una razón convincente para tanta muerte. Junto a uno de los caminos les sorprende un nuevo rastro sangriento, lo siguen con el corazón en un puño, temen descubrir una nueva victima. A pocos metros descubren un extraño montículo de paja, se cumplen las peores expectativas, bajo la paja hallan al tractorista Ramón Padilla de 40 años. A pesar de la intensa búsqueda no dan con el capataz, Manuel Zapata de 59 años, quien inmediatamente se convierte en el principal sospechoso de aquella matanza.La hipótesis policial se viene abajo cuando el cadáver de Zapata aparece tres días después de los crímenes a solo 8 metros de la casa principal, esta cubierto de paja y tiene la cabeza destrozada a golpes. Los agentes desorientados señalan a José Gonzalez como posible responsable de aquellas muertes. Las pruebas parecen sugerir que tras cometer los asesinatos, Gonzalez sufrió un accidente al intentar quemar el cuerpo de su mujer. La familia tuvo que esperar 8 años para que un nuevo examen forense descartara por completo aquella posibilidad. José Gonzalez fue solo una victima mas, pero entonces, ¿Que sucedió realmente en el cobertizo de Los Galindos? Una matanza que para muchos representa el crimen perfecto (por desgracia). La gente en Los Galindos piensa que el asesino es lo suficientemente importante como para callar a los habitantes de la localidad de Paradas. Se habla de una anécdota sobre un periodista que llego al lugar de los hechos sacar unas fotografiás y curiosamente puso que la pieza que había sido usada para cometer los macabros asesinatos en la cama donde yacía el cuerpo inerte de Juana Martín Macias. El escritor y periodista Francisco Perez Abellan, autor del libro “Orgía de Sangre”, asegura que en aquel pueblo, aunque la gente se niegue a hablar o finjan demencia, se enconde la clave del crimen de Los Galindos, por lo que se han creado muchas teorías que podrían explicar lo que paso aquella tarde sangrienta.
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