Sin
lugar a dudas los métodos de torturas implementados por la Santa inquisición se
hicieron muy famosos por su crueldad y por la falta de misericordia que tenían.
Uno de los métodos más crueles y quizás más sangrientos es la tristemente
famosa Doncella de Hierro, que era utilizado para la tortura y ejecución. Se
cree que la primera Doncella de Hierro fue construida en Núremberg, Alemania en
el siglo XIX como resultado de una mala interpretación “Schandmanter” (Capa de la Infamia). Se trataba
de un mecanismo hecho de madera y latón pero sin pinchos, que no dañaba el
cuerpo y que era utilizada como castigo público para cazadores furtivos y
prostitutas, que tenían que llevarlo en público por cierto tiempo.
La Doncella
de Hierro de Núremberg tenía una semejanza a la de un humano con dos metros de
alto y casi un metro de ancho por lo que era lo suficientemente grande como
para que cupiera un hombre plenamente desarrollado, este artefacto curiosamente
tenía una cara que se podría reconocer como María la madre de Jesús, y un
cuerpo formado por dos puertas que lo asemejaban a un ataúd. El prisionero
antes de ser ejecutado tenía que pasar a través de siete salas con siete
candados, al final de un largo pasillo se encontraba la cara de una especie de
guardarropa de hierro que parecía inofensiva y nada peligrosa, pero en su
interior habían unos clavos de hierro, cuyo fin no era matar rápido sino
someter al prisionero a una larga y dolorosa tortura, y por ultimo empalar a la
victima e infligirle un gran dolor y sufrimiento.
Lo que
podría llamar más la atención es la presencia de docenas de clavos punzantes y
oxidados, diseñados para ser clavados en la victima esquivando los órganos vitales
en cuanto la doble puerta se cierra, lo que permitía que la persona siguiese
viva y en posición vertical. El hombre condenado estaba sujeto a un especio
extremadamente pequeño para maximizar su nivel de sufrimiento. Las puertas podían
ser abiertas de manera independiente para comprobar que la víctima estaba
teniendo un sufrimiento genuino y negar el riesgo de posibles escapes, además
de ser lo suficientemente gruesas como para que los gritos de dolor del
condenado no pudiesen ser escuchados mientras que ambas puertas estuviesen
cerradas.
Al cerrarse
las puertas de forma lenta las puntas de los clavos penetraban varios puntos
del cuerpo del condenado sin matarlo, este proceso duraba un par de días antes
de su muerte. Aunque no ha podido se comprobado, algunos expertos historiadores
afirman que los clavos que se encontraban en la parte interna de las puertas
era movibles, por lo que posiblemente se podrían cambiar de lugar dependiendo
de la fisionomía del condenado y del crimen realizado. De esta manera, el
resultado global seria más o menos letal y mutilante dependiendo de donde se
colocasen los clavos.
Una versión
quizás, la más antigua de la Doncella de Hierro fue la utilizada por la condesa
Erzebeth Bathory. Esta condesa húngara torturaba a las doncellas que trabajaban
para ella en su palacio con el único objetivo de obtener más sangre y bañarse
en ella. La Doncella de Hierro aparece en la literatura romántica y a partir de
ahí se populariza. En 1893 el escritor irlandés Bram Stoker escribió una
historia corta que hacía referencia a la Doncella de Hierro, “The Iron Maiden”.
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