Unos misteriosos rostros que aparecieron un 23 de agosto de 1971 en el pueblo andaluz de Jaén, Belmez de la Moraleda, un pueblo olvidado, enclavado en las estribaciones de Sierra Magdalena provocaron el terror entre los habitantes de esta pequeña población española. El nombre del pueblo se deriva de la aldea de la Moraleda, localizada en su emplazamiento actual desde sus tiempos remotos, pero el nombre de este pueblo cobro importancia cuando dio la vuelta al mundo hace diez años, a raíz de uno de los más extraños fenómenos de que se tenga noticia en la España moderna.
El número 5 de la calle Rodríguez Acosta, en Belmez de la Moraleda, corresponde a una casa de fachada encalada y con un balcón lleno de flores como los de cualquier vivienda andaluza. Esta casa y la más conocida como la número 3 fueron construidas en el emplazamiento de la antigua iglesia y el cementerio adyacente. Según los vecinos de aquella localidad en el número 3 se registraban actividad poltergeist en tiempos no muy lejanos, teniendo en cuenta que según ocultistas y expertos psíquicos, la energía psíquica queda fijada donde se ejerció, no resulte difícil aceptar el desconcertante fenómeno de las Caras de Belmez.
La vida de Juan Pereira Sánchez y su esposa María Gómez Cámara era tranquila, ningún fenómeno fuera de lo común había alterado sus existencias, ellos vivían solos en la casa, pues sus hijos ya estaban casados y habían abandonado el hogar. Aquel 23 de agosto de 1971 la mujer advirtió por primera vez que en el suelo de la cocina había aparecido un extraño rostro y poco a poco fueron apareciendo rostros similares comenzando como manchas que fueron evolucionando hasta producir claramente el rostro de un ser humano. Pronto la noticia se dio a conocer en el pueblo y muchos de sus habitantes tuvieron la oportunidad de observar aquellos rostros.
Aquel rostro que claramente se observaba en el suelo de la cocina aterraba a los Pereira y a uno de sus hijos, Miguel, quien decidió picar donde se encontraba aquella extraña figura hasta hacerla desaparecer para luego alisarla con cemento, pero al mes siguiente apareció aquel rostro en el mismo lugar del suelo que había sido renovado produciendo autentico temor en aquella familia. Se decía que las caras eran de 40 cm de base por 60 de altura. Algunos periódicos aseguraban que se trataba de un milagro pero otros aseguraban que todo lo concerniente con aquellas caras no podían ser otra cosa que un fraude.
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