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lunes, 10 de marzo de 2014

La Cruz y la Evastica

El Régimen Nazi no solo se encargó de eliminar judíos sino que se ensaño contra todos quienes se oponían al régimen de Hitler. Muchos ministros de la iglesia católica fueron víctimas del terror nazi que tenia sometido a los alemanes. La locura, la muerte y el miedo fueron el elemento protagónico del genocidio más grande del siglo XX.  El caso del sacerdote jesuita Josef Spieker fue muy particular. En el marco de la II Guerra Mundial. Todo comenzó el día 28 de octubre de 1934 cuando el sacerdote católico dijo: En Alemania hay solo un Führer: ¡Cristo!, como el inicio de un sermón sobre los "Führers falsos y verdaderos", ante la congregación de la Iglesia Mariä Himmelfahrt de Colonia en la festividad de Cristo Rey. En aquella iglesia se encontraba doctor Mathias K, quien era profesor y militante de las bases del Partido Nazi en la zona Deutz de Colonia, y al final de la homilía entrego las anotaciones sobre el sermón del sacerdote a la Gestapo de Colonia. 

Tanto para el doctor Mathias K como para la Gestapo este sermón era un insulto para el Führer, convirtiéndose así el sacerdote jesuita en el primer cura católico que fue enviado a los campos de exterminio nazi, lo que marcaría el inicio de una nueva oleada de terror. Con su sermón Josef Spieker había traspasado el límite de la prudencia. A pesar de que la campaña nazi contra la iglesia y el clero fue severa no lo fue tanto como la campaña contra la izquierda política, ya que un ataque frontal contra la iglesia hubiera provocado una oposición peligrosa entre la población general y las elites importantes, pues numerosos alemanes aún mantenían sus creencias religiosas durante el Tercer Reich. 

Al principio la Gestapo optó por tratar de un modo aparentemente legal a Spieker a pesar de que las tendencias y declaraciones antinazis del sacerdote eran bien conocidas, especialmente después del provocativo sermón del día de Cristo Rey, este supo ser lo suficientemente inteligente como para lograr que no se encontraran pruebas suficientes para acusarlo a pesar de la extrema vigilancia, ni siquiera con un tribunal nazi. Lo que más le preocupaba a los nazis era el impacto que pudiese tener en la opinión pública si Spieker era enviado a los campos de concentración, ya que ningún sacerdote católico había sido tratado de ese modo. La gente compartía la idea que los judíos o cualquiera que estuviese en contra del régimen fuese enviado a los campos de concentración pero tratándose de un sacerdote el tema se tornaba delicado, sobre todo si estos eran tan populares como Spieker. Para la Gestapo las notas tomadas por Mathias K no eran prueba suficiente para presentar en un tribunal violando la Ley de Heimtücke, aprobada el 21 de marzo de 1933, que protegía al estado de ataques verbales por parte de la ciudadanía. 

Durante el juicio de la Gestapo, Josef Spieker insistió ser inocente de los insultos que se le atribuyeron durante el sermón en la iglesia, pero la Gestapo sabía que casi todas las oraciones vilipendiaban a Hitler por llevar al pueblo Alemán por el mal camino y por apropiarse del papel de Führer que solo pertenecía a Jesucristo. Spieker de 41 años de edad tenia una gran cantidad de adeptos en la iglesia de Mariä Himmelfahrt donde era el consejero espiritual de varios grupos de católicos de la zona. Años antes de que Hitler fuese nombrado canciller, Spieker en su primera confrontación con el nacionalismo declaro que Hitler carecía de intereses políticos.  

Durante años Spieker se ilustró sobre todo lo concerniente al movimiento nazi, los tratados ideológicos nazis, y preparo su primer discurso sobre el tema que título: "La Visión del mundo del nacionalsocialismo", donde criticaba la influencia negativa de Hitler y el nazismo. Spieker también tuvo sus críticas por los continuos ataques al régimen, como un artículo en el periódico nazi de Colonia, titulado "Der Untermensch" ("El subhombre") donde se proclamaba que Spieker era una criatura vil, pero el efecto fue aumentar la inquebrantable determinación del sacerdote. Numerosos hombre de la Gestapo formaban parte de la mas ávida audiencia de Spieker, pero nadie interfirió hasta aquel otoño de 1934, cuando el sacerdote comenzó a ser víctima de hostigamientos por parte de la Gestapo. El 19 de noviembre de 1934 Spieker fue detenido, y le hicieron un juicio que duró unos cuatro meses, y durante la investigación no hubo declaraciones que acusaran al sacerdote, por lo que no fue posible corroborar las acusaciones de Mathias K, nadie se atrevía a respaldar su versión, por lo que en diciembre de aquel mismo año fue libertado. 

El 15 de febrero de 1935 fue dictada una nueva orden de captura, y fue detenido el 2 de marzo y conducido a la prisión de Klingelpütz que comenzaría 9 días después (11 de marzo). El juicio que se le siguió a Spieker duro seis horas, y durante todo ese  tiempo el sacerdote se negó a hablar de su sermón y se mantuvo que solo era responsable ante sus superiores más no ante tribunales mundanos, argumentando que el Concordato de Hitler y El Vaticano garantizaba la completa libertad de la iglesia en el ejercicio de sus ritos religiosos incluida la plena libertad de expresión en los sermones religiosos, y negó haber dañado con su sermón el régimen nazi. Spieker finalmente fue absuelto por falta de pruebas. Aún así la Gestapo mostró su desaprobación recluyendo al sacerdote a una cárcel preventiva de Klingelpütz, pero esta vez se encontraba incomunicado. 

Durante el tiempo que estuvo en prision la Gestapo presiono a Spieker para que firmara un acta donde se comprometiera a no dar sermones en el futuro, pero este se negó a firmar, por lo que fue avisado que se le enviaría al campo de concentración de Börgermoor también conocido como Dachau del Norte, el 1 de mayo de 1935. Por ser el único católico recluido en aquel campo de concentración, Spieker fue llamado Der Pfaff (El Predicador), además de recibir un trato severo, en su autobiografía Spieker describe los horrores vividos en aquel lugar. Lo hacían correr de un lado a otro poniéndole zancadillas y golpeándolo. Muchos de los prisioneros tenían un brazalete color amarillo lo que significaba que los miembros de las SS podían abusar de ellos sádicamente. 

Spieker no estaba acostumbrado a una actividad física tan intensa a pesar de ser de constitución fuerte. En mas de una ocasión los miembros de las SS forzaron a Spieker a revelar el secreto de confesion de sus feligreses y como se negaba lo amenazaban con matarlo. En noviembre de 1935 Spieker fue trasladado al campo de concentración de Berlín llamado Columbia-Haus, en donde tendría que esperar un nuevo juicio y los castigos físicos acabaron. En enero de 1936 Spieker fue trasladado a Colonia y recluido nuevamente en la prisión de Klingelpütz, y finalmente el 20 de enero de aquel mismo año se le celebró un nuevo juicio. Ahora se le atribuían cargos nuevos como el de abusar de su oficio religioso, además de calumnias, de las que Spieker se defendió negando los cargos que se le imputaban.  Spieker fue condenado a 15 meses de prisión, lo que lo salvaría de un destino mucho peor de haber sido declarado inocente ya que la Gestapo lo hubiesen mandado a un campo de concentración por tiempo indeterminado. Spieker paso la mayor parte de este periodo en la cárcel de Wittlich. 

El 19 de febrero de 1937 Spieker cumplió su condena (le descontaron los dos meses que había permanecido en la cárcel esperando juicio), y por una orden de El Vaticano y de la Gestapo tuvo que abandonar Alemania, dándole dos meses de gracia para recoger sus cosas y despedirse de sus familiares. Spieker viajaría en tren por lo que miembros de la Gestapo lo estarían esperando probablemente  para detenerlo nuevamente o para dispararle como si se tratase de un preso fugado, pero gracias a una amiga holandesa salio de Alemania en carro sospechando de las intenciones de la Gestapo.  El 1 de mayo llega a Santiago de Chile, después de un viaje de 33 días en un buque de carga a través del Atlántico. En 1950 Spieker vuelve a Alemania y muere el 29 de septiembre en Düsseldorf. 
 

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