La Navidad es una de las festividades más importantes del año. El cristianismo celebra el nacimiento de Jesús de Galilea. Si echamos la vista atrás, descubrimos que las primitivas artes plásticas y figurativas cristianas bebieron en gran medida de las obras romanas paganas de su tiempo. De igual forma podemos también relacionar sus festividades e incluso estudiar las similitudes que guarda el salvador cristiano con ciertos dioses paganos.
En la Antigua Roma, se celebraban una de las festividades populares más encendidas: las Saturnales. Y la Fiesta del Triunfo vinculada con la llegada de los generales romanos triunfantes luego de sus campañas exitosas. En las Saturnales la realidad social danzaba dentro de un juego de inversiones: el señor actuaba como esclavo, el esclavo como señor; lo antes prohibido era ahora permitido; lo que antes era restricción ahora estallaba en lujo o derroche.
Las fiestas de la Roma antigua tuvieron su origen en la religión. La fiesta pública en Roma consistía en uno o dos días consagrados a los dioses. Su punto central estaba ocupado por el sacrificio o por otro rito, como por ejemplo una danza cultual. Tales actos se realizaban en nombre de la comunidad política, que era al mismo tiempo comunidad de culto. Culto y sacrificio servían para el mantenimiento de la paz con los dioses, siempre amenazada. Desde la siembra hasta la recolección, estas fuerzas debían ser aplacadas con sacrificios, oraciones y procesiones.
En una palabra, mediante unos ritos bien meditados. Junto a la rica serie de fiestas que debían su aparición al ritmo del trabajo agrícola, surgieron aquellas otras fiestas y juegos instituidos por algún motivo especial, por ejemplo, catástrofes naturales y victorias o derrotas militares. En este contexto tienen también su fundamento los orígenes de los triunfos y las Saturnales. Pero la Fiesta del Triunfo sólo se consumaba en circunstancias excepcionales mientras que una festividad de regular realización era la dedicada al dios Saturno: las Saturnales.
En la antigua Roma se celebraban las fiestas Saturnales o Saturnalia, en conmemoración a Saturno, dios de la agricultura. Los romanos se colmaban de regalos los unos a los otros y ofrecían grandes banquetes durante una semana; dándose fin a esta festividad en torno al 24 de diciembre con un gran sacrificio animal. Si éste es el preludio de las actuales navidades, el culmen llega en el año 274, de mano del emperador Aureliano, el cual instituye en Roma las fiestas de las Bramales, en honor al Sol Invictus y que se celebra el 25 de diciembre. Se las llegó a denominar "fiesta de los esclavos" ya que en las mismas, los esclavos recibían raciones extras, tiempo libre y otras prebendas. En cierto modo, eran como Navidad y Carnaval al mismo tiempo.
Las Saturnales
Se celebraban en honor al dios Saturno del 17 al 23 de diciembre en honor a Saturno, Dios de la agricultura, a la luz de velas y antorchas, se celebraba el fin del período más oscuro del año y el nacimiento del nuevo período de luz. Probablemente las Saturnales fueran la fiesta de la finalización de los trabajos del campo, celebrada tras la conclusión de la siembra de invierno, cuando el ritmo de las estaciones dejaba a toda la familia campesina, incluidos los esclavos domésticos, tiempo para descansar del esfuerzo cotidiano.
Cuando las tareas en el campo se terminaban y llegaba la noche más larga, los romanos se relajaban, colgaban la toga en el armario, se vestían de forma informal y se olvidaban por unos días de las reglas que les oprimían durante el resto del año. Todo empezaba en el templo de Saturno, con un estupendo banquete (lectisternium) y al grito multitudinario de “Io, Saturnalia”.
Eran siete días de bulliciosas diversiones, banquetes e intercambio de regalos. Las fiestas comenzaban con un sacrificio en el templo de Saturno (en principio el Dios más importante para los romanos hasta Júpiter), al pie de la colina del Capitolio, la zona más sagrada de Roma, seguido de un banquete público al que estaba invitado todo el mundo. Los romanos asociaban a Saturno con el dios prehelénico Cronos, que estuvo en activo durante la edad de oro de la tierra. Durante las Saturnales, los esclavos eran frecuentemente liberados de sus obligaciones y sus papeles cambiados con los de sus dueños.
Oficialmente se celebraba el día de la consagración del templo de Saturno en el Foro romano, el 17 de diciembre, con sacrificios y un banquete público festivo. Pero esta fiesta era tan apreciada por el pueblo, que de forma no oficial se festejaba a lo largo de siete días, del 17 al 23 de diciembre. Las autoridades estatales se vieron obligadas a atender a la costumbre popular, visto el fracaso que supuso intentar reducir a 3 ó 5 días de celebraciones. A finales del siglo I, las vacaciones judiciales se prolongaron definitivamente a cinco días.
En las fiestas Saturnales, los romanos amigos y familiares, se hacían regalos como los que se hacen en la fiesta de la Navidad, ya que la Navidad está basada en las fiestas Saturnales. Estas fiestas estaban dirigidas por un sacerdote, que cambiaba según el dios al que se le daba culto, el sacerdote se elegía en un colegio de sacerdotes.
Pero, como ocurre ahora con la Navidad, también había quien no quería ni oír hablar del tema: Plinio el Joven (63-113) cuenta que se aislaba en unas habitaciones de su Villa Laurentina: “Especialmente durante la Saturnalia, cuando el resto de la casa está ruidosa por la licencia de las fiestas y los gritos de festividad. De esta forma, no obstaculizo los juegos de mi gente y ellos no me molestan en mis estudios”. Cicerón (106 a.C-43 d.C) también se refugiaba en su casa de campo.
Los romanos salían a la calle a bailar y cantar con guirnaldas en el pelo, portando velas encendidas en largas procesiones. La Saturnalia era una ocasión para visitar a los amigos y parientes e intercambiar regalos. Lo tradicional era regalar fruta, nueces, velas de cera de abeja y pequeñas figuritas hechas de terracota
Quizás lo más curioso era el intercambio de roles: los esclavos actuaban como amos y los amos como esclavos. Incluso se les dejaba usar las ropas de su señor. Ese trato era temporal, por supuesto. Petronio (396-455) hablaba de un esclavo imprudente que preguntó en algún momento del año si ya era diciembre.
Los hijos también invertían los papeles con sus padres y pasaban a ser los jefes de la casa. Además, cada familia tenía que elegir un Rey de la Saturnalia, o Señor del Desgobierno, que podía ser un niño. Ese “rey de mentira” presidía las fiestas, y se le tenía que hacer caso, por muy extravagantes y absurdas que fuesen sus órdenes. Durante las fiestas se cerraban las escuelas, los tribunales y las tiendas, se paraban las guerras, se liberaba a los esclavos, y los romanos cometían todo tipo de excesos con la bebida y la comida.
Era la fiesta de la libertad y la desinhibición, y se organizaban juegos, bacanales, bailes de máscaras y espectáculos desenfrenados que estaban prohibidos el resto del año. Los cristianos utilizaban el término “saturnalia” cuando querían decir orgía. Las Saturnales tenían también en este sentido sus propias perfidias: nadie estaba a salvo de convertirse en víctima de algún regalo bromista y muy calculado.
La eliminación de la división social entre libres y esclavos daba pie a diversas especulaciones sobre la esencia de la fiesta de las Saturnales. ¿Sería, quizá, un reflejo de la Edad de Oro, de aquellos felices comienzos de la humanidad, cuando bajo la égida de Saturno manaban leche y miel y no había ni señores ni esclavos? La utopía social se apoderó de la antigua fiesta campesina cuyos orígenes estaban lejos de una cultura urbana y cosmopolita que la interpretó como una reliquia de aquella época de justicia social en la que nadie era esclavo y no existía la propiedad privada. Pero, si la justicia social era un sueño y no podía restablecerse (pues, en definitiva, Saturno hubo de ceder su soberanía a Júpiter), había que hacer todo lo posible para que la semana puesta bajo el gobierno de Saturno ofreciera un reflejo de la antigua gloria.
Al final de la Saturnalia, el 25 de diciembre, se celebraba el nacimiento del Sol Natalis Solis Invictis (nacimiento del sol invencible) personificado en el dios Mitra. Aunque el culto a Mitra tenía orígenes persas, se convirtió en la religión dominante en Roma, especialmente entre los soldados.
Después del día 25, empezaba el festival de Sigillaria, dedicado, sobre todo, a hacer regalos a los niños: anillos, muñecos de terracota, sellos, tablas de escritura, dados, pequeños objetos, monedas, y, ¡bolsas llenas de canicas! Hay muchos bajorrelieves y documentos que reflejan a los niños romanos jugando a las canicas durante la Saturnalia.
Durante estos días, se decoraban las casas con plantas verdes, se encendían velas para celebrar la vuelta de la luz, y se colgaban figuras de los árboles. Pero no metían árboles dentro de casa. Los romanos sólo adornaban los que estaban plantados en la tierra. La tradición del árbol de Navidad tiene sus orígenes en el siglo XVI.
Hacia la época del Emperador Constantino I (272-337), el cristianismo había avanzado muy poco y Roma era predominantemente pagana. El mitraísmo era la religión dominante y el cristianismo era ilegal. Pero Constantino I cambió las cosas después de tener una visión, antes de una batalla, en el año 312. Se dedicó a favorecer el cristianismo, sin dejar de rendir culto a los dioses paganos de Roma.
Sol Invictus
Por ejemplo, uno de los dioses romanos más populares era el Deus Sol Invictus, y los romanos lo adoraban un día a la semana, el Dies Solis (como en inglés, “sunday" = "día del sol”). Constantino, que era sumo sacerdote en el culto a Sol Invictus, decretó que ese día fuese también jornada de descanso y adoración para la los cristianos.
La festividad del Sol Invicto bebe de la religión mitraica, muy famosa entre los soldados romanos del siglo I a.C. Entre velas y antorchas se celebraba el fin de periodo más oscuro del año y el nacimiento del nuevo periodo de luz. Coincidiendo con el solsticio de invierno, el Sol Invictus se festejaba como signo de renacimiento.
Tendríamos que esperar hasta el 300, bajo el mandato del emperador Constantino el Grande, cuando estas festividades asentasen las bases para la celebración del nacimiento de Jesús, el mesías cristiano. La primera manifestación de la fiesta de la navidad como tal tiene lugar en el año 336, según el cronógrafo flocaliano .
Dios Mitra
Sin embargo, existen también algunas similitudes entre religiones a parte de la celebración del Sol Invencible. Mitra, el dios persa, nace el mismo día en que se celebra la navidad cristiana, en una caverna primigenia, cercana a una fuente, en la que unos pastores y unos magos se acercan a adorarlo.
Se dice que el mitraísmo pudo tener una enorme influencia para el cristianismo. No cabe duda que las similitudes entre ambos son asombrosas, sin embargo, el cristianismo desbancó al mitraísmo en torno al siglo IV, quedando ésta como única religión oficial en el Imperio.
El sincretismo cristiano
En el año 321, Constantino legalizó el cristianismo, y declaró que el día del “nacimiento del sol invencible”, que se celebraba el 25 de diciembre, debía ser considerado como una nueva fiesta cristiana para celebrar el nacimiento de Cristo. Con estas tácticas, no se alteraba el calendario romano, y las tradiciones paganas se fueron adaptando al cristianismo.
En el 350, el papa Julio I reconoció oficialmente el 25 de diciembre como la Fiesta de la Natividad.
La Navidad llegó a Egipto hacia el año 432, y a Inglaterra al final del siglo VI. Alcanzó los países nórdicos a finales del siglo VIII.
En la actualidad, los cristianos occidentales lo celebran el 25 de diciembre pero los ortodoxos lo hacen el 6 de enero, basándose en las referencias de un académico griego, Clemente de Alejandría, que a su vez escribió sobre otro maestro griego, Basillides, que dijo que Jesucristo nació el 6 de enero. Clemente se refiere a la Fiesta de la Epifanía, que en España se celebra como el Día de los Reyes Magos.
Los primeros estudiosos cristianos, como el teólogo Orígenes (185-253), condenaban la celebración del nacimiento de Cristo “como si fuese un faraón”. Decía que sólo se festejaba el nacimiento de los pecadores y no de los santos. Hoy, algunos grupos fundamentalistas, como los testigos de Jehová, no celebran la Navidad, por su origen pagano. Tampoco los cumpleaños, por cierto.
Todavía hoy, muchas culturas celebran el solsticio de invierno. Para los pueblos indígenas, como aimaras, quechuas, rapanui y mapuches, la llegada de estas fechas coincide con la tradición de agradecer por el año anterior y pedir al padre Sol que retorne con mayor fuerza después de su retiro invernal.
La Saturnalia y las fiestas en torno al solsticio de invierno trataban de la familia, la fertilidad, el cambio, la renovación, la protección, el nuevo ciclo. Diciembre siempre has sido una época para la rebelión, la celebración, la esperanza. Sería una buena idea adoptar algunas de
esas tradiciones paganas que se han perdido por el camino. Por ejemplo, el intercambio de papeles: con los niños, con los empleados, con los alumnos,... “¡Agitad los espíritus! ¡Haz lo inesperado! Porque estas acciones pequeñas recuerdan el espíritu de la Saturnalia y tienen importancia religiosa, al conectarnos directamente con la Naturaleza”.
El mundo de las religiones es complejo, compartiendo gran cantidad de ellas aspectos que hacen dudar cuál es la primigenia o cuál es un simple cuento que trata de entretener a sus espectadores. Pero las religiones surten un efecto tal, que su estudio se convierte en indispensable para comprender la historia de la Humanidad.
Actualmente tal vez la Navidad haya perdido ese cariz religioso para pasar a ser más comercial, una muestra más de que la continua evolución a los que estamos sometidos. De lo que no cabe duda es que, dada la importancia que ejercen hoy en día estás fechas a nivel mundial, debería tenerse en cuenta que forman parte de nuestro Patrimonio Cultural Inmaterial. Por lo tanto, estas fiestas como gran referente histórico engloban en una celebración de tradición religiosa, aspectos y características de diferentes religiones paganas y cristianas.
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