Fueron las emigraciones masivas o expulsiones de judíos, sobre todo sefardíes y mizrahíes, procedentes de países árabes e islámicos y que tuvieron lugar en los años posteriores a la guerra árabe-israelí de 1948.
La historia de los judios en tierras arabes se remontan a los tiempos del rey Nabucodonosor cuando los judios fueron llevados a Babilonia donde tuvieron un largo cautiverio. El fenómeno tuvo características diferentes según los países, aunque en general redujo muchas de las comunidades judías hasta su práctica desaparición.
En muchos de dichos países se puede rastrear la presencia de estas comunidades hasta épocas previas a la islamización o arabización de esas tierras. En algunos casos la emigración se debió a pogromos y otras expresiones de antisemitismo, mientras que otros obedecieron a un proceso de emigración mucho más largo y debido a una multiplicidad de factores, entre los cuales siguen estando los ecos del conflicto árabe-israelí, a los que se añaden económicos, culturales y otros.
Típicamente, la emigración fue la etapa final de la previa discriminación, hostigamiento, persecución e incautación de bienes llevada a cabo por la población árabe o bien por las propias agencias gubernamentales árabes. Aproximadamente dos tercios de los judíos afectados emigraron al Estado de Israel; otros destinos habituales fueron Estados Unidos, Canadá y Francia.
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