Hace 151 años los mexicanos se bañaron de gloria, se llenaron de orgullo y esperanza; la razón era el triunfo que habían tenido sobre el ejercito más temerario de la época, el ejército francés comandado por Lorencez.
En 1862 México se encontraba en una situación política delicada y endeudado con Francia, España e Inglaterra; los últimos dos países negociaron con México y se retiraron tras llegar a un acuerdo con el presidente Juárez.
Mientras tanto los franceses -por intereses de Napoleón III que poco tenían que ver con la deuda, y mucho más con frenar el creciente poder de Estados Unidos, así como desahogar tensiones políticas europeas- decidieron continuar con la invasión.
El dirigente francés avanzó hacia la ciudad de México acompañado de 7 mil hombres, soberbiamente, el general Lorencez, seguro de su victoria envió cartas a Napoleón III garantizando su triunfo sobre el ejército mexicano, constituido por apenas 2 mil almas, en su mayoría expertos de la tierra, no hombres de armas.
Aún así, este reducido ejército al mando del general Zaragoza se enfrentó contra los franceses en los fuertes de Loreto y Guadalupe, apenas a las afueras de la ciudad de Puebla. La estrategia del general y el valor de los mexicanos resultaron en la victoria de la histórica batalla del 5 de mayo de 1862.
Si bien esta sólo fue una batalla, el orgullo con que se bañó México se celebra hasta nuestros días. En el marco del 150 aniversario vale la pena resaltar que este festejo ha sido adoptado por millones de mexicanos a lo largo y ancho del mundo, y aunque a veces se confunde con la celebración de la Independencia, este hecho histórico nada tiene que ver con la celebración del 16 de septiembre, fecha en la que se festeja la Independencia de México.
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