Hillo Ostfeld es uno de los tantos judíos sobrevivientes del Holocausto nazi producto de un brutal y violento odio antisemita que dividió el mundo en un antes y un después en la humanidad. Contando con apenas 15 años, Ostfeld perdió a sus padres en el campo de exterminio nazi donde se encontraban recluidos. Ostfeld tuvo la muerte muy de cerca, vio morir a muchos judíos y quizás pensó que sería una de esas tantas víctimas de un odio injustificado que probablemente se acrecentó cuando cae en manos de Hitler el libelo Protocolo de los Sabios de Zion, un manuscrito considerado el más satánico de los engaños donde estaban registradas unas supuestas actas de líderes judíos quienes tenían la intensión de obtener el control de las naciones.
Luego de la II Guerra Mundial Hillo Ostfeld viaja a Caracas, Venezuela, la pesadilla que había significado Hitler ahora era parte del pasado, y ahora quería rehacer su vida en un país que le brindaba su mano, y que lo harían superar el trauma que había significado ser uno de los tantos judíos víctimas de la persecución y la tortura nazi. Ya para el año de 1998 en la capital venezolana habían 25.000 judíos, y él ejercía el cargo de presidente de la Union Israelita en Caracas. Ostfeld le había hablado a sus hijos y nietos de lo que había sido para él estar en manos de las SS, de una dictadura demoniaca como la de Hitler.
De pronto las cosas comenzaron a cambiar, llega a la presidencia de Venezuela Hugo Chávez, y las cosas comienzan a dejar de ser lo que eran. Fue en el año 2009 cuando un grupo de gente armada y con gases lacrimógenos irrumpen en la sinagoga Mariperez en Caracas. Cuando Hillo Ostfeld entra lugar luego de los ataques revive en ese momento todo. Junto al Arca del Pacto ve las paredes rayadas con mensajes de odio, y la Tora, que es su libro sagrado, en el suelo destruida. En una entrevista televisada le pide al presidente Chávez una audiencia, que no era la primera vez que se la pedía, pero la única respuesta del presidente venezolano era el silencio. Ostfeld asegura que no se trataba de un incidente aislado, que de esa misma manera comenzó todo en Europa antes del Holocausto nazi, mensajes antisemitas en las paredes, el rechazo, la discriminación.
Un año más tarde, en el 2010, en una rueda de prensa televisada, Chávez lanza una maldición contra la Nación de Israel, que traería mortales consecuencias, un cáncer que iría consumiendo lentamente a un presidente que se creía inmortal, e invencible como para atreverse a ofender a Dios no sólo con una persecución casi nazi sino al lanzar blasfemias en contra de Jesucristo, en parte por ignorancia, carencia de valores, y por otra parte por el odio más grande, aquel que provoca muerte, destrucción y la violencia más terrible. Hoy no sólo Chávez pagó con su vida haber ofendido a un pueblo bendecido, sino que de 25.000 judíos que habían en Caracas (1998), hoy día sólo hay 8.000 como evidencia de una mente no sólo dictadora sino de un alma corrompida por el poder y la soberbia.
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