Muchos médicos alegan compasión cuando son juzgados, otros evitan dar explicaciones, o son escuetas. El modus operandi siempre varia dependiendo del paciente o victima. ¿Acaso podemos confiar en el médico que nos atiende un día cualquiera, o estamos simplemente frente a nuestro verdugo? Muchas han sido las historias sobre los llamados “Ángeles de la muerte”. Según el criminólogo español Vicente Garrido, los casos de médicos asesinos en los países desarrollados son mas frecuentes que en los países tercermundistas, porque aún en estos países como Estados Unidos, Francia, Suiza, Alemania…, el sistema de salud tiene sus fallas. Falla la gerencia, el control y en muchas ocasiones, por la escasez de personal. Y es que en los países desarrollados confían en el personal médico de los hospitales.
Un caso que causo gran controversia fue el de Harold Shipman, un medico británico, quien fuera acusado de 218 muertes, 15 de ellas corroboradas. Durante las investigaciones se hablaron de 250 victimas, pero la versión oficial habla solo de 218 probables victimas. Shipman se negó a rendir declaración y en el 2000, el gobierno británico lo condeno a 15 cadenas perpetuas por cada una de las 15 victimas comprobadas. El 80% de sus victimas eran mujeres, y su victima mas joven era Peter Lewis de 41 años de edad. En el 2004, Shipman fue hallado en su celda ahorcado con las sabanas de su cama, lo que dejo a los familiares de sus victimas con una gran incertidumbre puesto que nunca supieron las razones que lo llevaron a cometer tan atroces crímenes.
Otro causo que conmociono a la opinión pública británica, fueron los infanticidios de Beverley Allitt, una enfermera británica condenada por la muerte de 4 bebes e intento de homicidio de 9 mas en 1991. Lo curioso era que luego de la muerte de cada uno de esos niños ella se acercaba a la familia para consolarlos y así no levantar sospechas, pero para la policía era muy extraño que las muertes ocurrieran siempre durante el turno de aquella risueña enfermera, y el faltante de insulina y potasio en el almacén del hospital ya era evidente. Beverley Allitt fue a un primer juicio donde fue declarada inocente ya que supo convencer al jurado con su amplio conocimiento. En el segundo juicio las evidencias fueron más fuertes que sus ingeniosas explicaciones, y fue condenada a 60 años de prisión. Allitt nunca acepto su culpabilidad, pero sus sobrevivientes son la prueba viviente de sus crímenes, puesto que muchos de ellos quedaron son secuelas irreversibles.
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