Hay quienes no creen en él, pero desde tiempos inmemorables algunos hombres de Dios han luchado por echarle de este mundo, uno de ellos el padre Joaquín Piñón, quien se estremeció cuando en su casa de exorcismos en Barcelona, el diablo le desafió; “No te esfuerces”, le dijo, “solo un hombre puede vencerme”. Piñón le ordeno que le revelara su nombre, y un grito le sobrecogió.
El prestigioso y reconocido sacerdote y escritor catalán Jacinto Verdaguer llevo una oscura existencia al margen de su exitosa carrera. El poeta llevaba a cabo extraños rituales exorcistas entregándose por completo a la lucha contra el mal, y lo perdió todo, el diablo estuvo a punto de acabar con él. Una vida marcada por el ocultismo y los fenómenos paranormales.
En 1886, siendo capellán del Márquez de Comillas, Verdaguer viajo a Tierra Santa teniendo allí una revelación, quería cambiar de vida, dejar la búsqueda de la gloria literaria y vivir humildemente aliviando el sufrimiento que el maligno causaba a la humanidad, pero no iba a resultar sencillo, el demonio era un rival formidable. Fue entre mayo de 1890 y noviembre de 1892, cuando Piñón y Verdaguer practicaron una decena de rituales de exorcismos, uno de los más complejos fue el de María de Savia, una joven de 19 años que no podía soportar la presencia de nada sagrado y blasfemaba casa vez que escuchaba el nombre de Cristo. Los dos sacerdotes tuvieron que esforzarse al máximo para poder liberar a María, pero ella se resistía con una fuerza sobrehumana, al fin logran calmarla colocándole un crucifijo en la boca liberando a María del demonio que la había poseído.
Luego de aquella experiencia, Verdaguer escribió cuatro cuadernos a los que llamó “Los Cuadernos de exorcismos y visiones”, los cuales relataban día a día lo que él veía, como se enfrentaba a los demonios, como el maligno jugaba contra él. La iglesia no aprobaba aquellos exorcismos clandestinos ni la tolerancia de Verdaguer hacia las ciencias ocultas por lo que deciden castigarlo prohibiéndole oficiar misas. Luego del castigo y estando muy deteriorado decide volver a Barcelona para hacerse cargo de la iglesia de Belén, desilusionado y decepcionado por el trato recibido, Verdaguer muere en 1902 convencido que el astuto diablo se había vengando de él desprestigiándole y torturándole hasta el fin de sus días.
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