Barranquilla es una ciudad cuyos habitantes se caracterizan por ser los más alegres, por ser «el mejor vividero del mundo», pero no se puede hablar de vivir en el mejor vividero del mundo cuando hay una lucha del mundo por sobrevivir a un enemigo invisible, no podemos vivir pensando en eternizar un festín cuando la humanidad atraviesa por la peor crisis sanitaria de desde la Gripe Española. En tiempos donde debe primar el sentido común por encima de la idiosincrasia costeña no se puede pensar en armar fiestas y mucho menos protagonizar episodios tan patéticos como el que anda rondando por las redes sociales en donde una pediatra en un edificio ubicado en el barrio Villa Santos fue víctima de agresiones por parte de individuos borrachos y drogados.
Estamos acostumbrados a que pasen cosas en nuestra ciudad y no existan castigos lo suficientemente efectivos que pongan en cintura a muchos ciudadanos que parecen más bien bestias salvajes golpeando gente sin importar si son mujeres o personas mayores. El estrato social, los apellidos, la cuenta bancaria o pertenecer a un club social definitivamente no otorgan dignidad, honradez y decencia. A menudo, como en este caso del cual todos hablan se ha puesto en manifiesto la ausencia de valores qué hay en muchos hogares.
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